domingo, 17 de abril de 2016

El embarque en la Trinidad

Al omen como me han llamado, el mismo nacido el día de San Buenaventura, le queda poco de esperanza en el nombre mi amada, puesto que el pastoreo no le arria más de un par de oyentes,
y las razones que les empujan a sentarse en las piedras no parecen ser mi padecida trashumancia y menos mi pasión de capitanear bergantines.

Yo te he soñado como te conocí, cobijada y levantándote el tapado, levantando esa cara, para ver lo bueno que Andalucía me prometió; pero no, no estamos yo vengo con Constanza en la cabeza, y quemándome los ojos de azul, de donde la mezquita está Maldita.

Te digo que me queda poco y ni la Qálibos o mi amigo el otro Pirata me pueden sacar de esta Valladolid porque aquí ninguno come, pero te escribo esta corta carta, por que aunque no se sepa de que se trata, tú harás como si no te la hubiera escrito, para darme un poco de ganas.

Ni es ese San Francisco que piso a diario, ni ese Santo Domingo que busco, ni mucho menos este San Juan que me abre la fiesta y este San Pedro que viene a robarme un año, no son ellos quienes me apartan, es mas bien ese Cristo Crucificado, negro como si fuera de caña Quemada.

Te extraño, ya nos veremos, recibeme aunque sea en pedazos y te halles encadenada,
soy tuyo hasta el hueso roto y hecho en el valle de Quencio.

Si en Zihuatanejo te encuentro algo, te juro guardártelo hasta Caleta, sabes que no miento.
Te diré hasta donde viviremos, pero eso que nos lo guarde la Gomera, tuyo el Omen.

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