El pasado 31 de octubre fueron encontrados los cuerpos de 4
sujetos a la orilla de la carretera México – Toluca, cerca del kilometro 37. En
los noticieros se apresuraron a dar la información de que posiblemente se
trataba de ejecutados victimas del crimen organizado, que en el Estado de
México hasta hace poco, según las
autoridades, no tenía presencia. No estaban, embolsados o encobijados, no
presentaban huellas de tortura ni estuvieron acompañados por narco mensajes, ni
siquiera fueron despojados de sus pertenencias.
El 15 de junio de este año (2016) apareció en los mismos
noticieros el testimonio de una mujer que fue asaltada y violada en un autobús
de la empresa ETN que se dirigía de la Ciudad de México a San Luis Potosí, el
delito fue cometido sobre la carretera México – Querétaro el día 7 de Junio. A
raíz de la exhibición de este caso salió a la luz un video de otro asalto y
violación con el mismo modus operandi ocurrido en el mes de mayo, en aquella
ocasión le tocó a una joven de 19 años. De este hecho dejó el link por si a su
morbo le interesa https://www.youtube.com/watch?v=d-fVMd7ugPU. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad hasta
el mes de septiembre se habían denunciado 800 asaltos al transporte público en
territorio mexiquense.
En 1974 se estrenó
la película “Death Wish”, protagonizada por Charles Bronson, en esta se narra
la lamentable historia del arquitecto Paul Kersey, a quien un grupo de
asaltantes le mata a la esposa y le viola a la hija, lo que le hace convertirse
de un hombre bueno y ejemplar a un peligroso justiciero, pero también ejemplar.
No digo “le matan y le violan” de forma machista como aludiendo que son de su
propiedad, mas bien lo hago para dejar llanamente claro que el protagonista es también
una víctima y en eso se centra la historia; no hay otra más actual para México.
Si bien la película
se desarrolla en el Nueva York de mediados de los 70´s, hace poco mas de 40
años, hay un paralelo muy notorio con la situación que se vive en lugares
rurales y urbanos del México de hoy día; tanto así que la cinta parece una
mezcla entre profecía y receta de cocina de lo que empieza a suceder: Crímenes
sin resolver, policías insuficientes y deficientes, burocracia, corrupción, políticas
desconectadas del ciudadano, delincuentes impunes y medios de comunicación con
mucho poder, son la lista de ingredientes para preparar ciudadanos hartos.
Los agravios que se
comenten contra el ciudadano por parte de quien sea, delincuencia, policía,
gobierno, mismos ciudadanos, ejército… etc. Es una obligación del estado
resolverlos, es su obligación hacer justicia y resarcir el daño, para eso
existen toda clase de instituciones pagadas por el propio ciudadano a través de
sus impuestos. Cabe la posibilidad de fallas en la impartición de justicia,
pero es un derecho exigir que sea impartida, si la institución falla, se debe
acudir a otra a fin de que se corrija su funcionamiento y cada caso tenga
solución. Hay un problema serio, cuando la falla institucional es generalizada
y el estado queda impedido para atender los asuntos que le dan origen y
sentido, es cuando el estado está fallido.
Al igual que a
miles de mexicanos, al señor Kersey le mandaron su caso a la congeladora. Al
estado parece olvidársele que las personas no son casos, si no la esposa, la
hija o el patrimonio e incluso la vida entera como lo fue para el señor Kersey.
Se le olvida que el dolor y el hartazgo no se pueden poner en lista de espera,
y que los 5 minutos en la que la señorita burócrata platica en lugar de tomar
declaración, pueden ser los 5 minutos más angustiantes para un padre de un niño
robado; se le olvida que el medio día en que se rascan las pelotas y toman el
café sin trabajar los judiciales, pueden ser vitales para un desaparecido,
incluso que media hora en una sala de espera en un hospital pueden ser un parto
en la banqueta o un desangramiento en un pasillo. Pero todo tiene un límite.
Esa decepción que
produce la constante y pasiva (o nula) respuesta de las autoridades hacia el
ciudadano, genera un sentimiento de indefensión en muchos, en casi todos, pero
tampoco todos tienen la mecha tan larga
y una vez iniciado el fuego la pólvora con poquito estalla. Si no se te
da respuesta pero ocupas justicia, la tomas, aunque sea por propia mano.
En Apatizingan
sucedió algo muy parecido, pero a otra
escala. En febrero de 2013, hartos de la pasividad y hasta la complicidad que tenía
la autoridad ante el crimen organizado, un grupo de comerciantes y agricultores
decidieron tomar las armas y defenderse. Ya les habían violado a las hijas, ya
les habían matado a la esposa ya les habían robado su patrimonio, ya les habían
quitado su vida ¿Qué más les quedaba perder? Ahora sabemos que la libertad, que
eso también te lo pueden quitar los delincuentes.
Aquel movimiento
muy sonado, vapuleado y calumniado en los medios, es un ejemplo también del
hartazgo, del deseo y la necesidad de justicia, pero también es un ejemplo de
la torpeza, incapacidad y hasta estupidez del estado mexicano, pues el origen
del problema fue justamente su incapacidad de dar respuesta y solución ante la
delincuencia, y es que ¿Qué serpiente muerde su propia cola? Aun así este
movimiento, no generó una empatía mayúscula en la población urbana, en parte
por qué sucedía en una ranchería equis de un lugar equis, y en mayor parte por
lo tendenciosa y contraria que era la información que se daba sobre las
autodefensas. José Manuel Mireles, el Justiciero de Apatzingan sigue en la cárcel.
Cuando el delito,
el hecho horrible, no sucede en un lugar lejano sino toca a tu puerta y es tu día
a día cambia la perspectiva. Cuando eres la víctima, cuando eres quien se para
durante horas a denunciar un hecho sin que sin ningún respeto te devuelvan a tu
casa o hasta te encierren por algo que no cometiste, entonces, solo en ese
entonces, después del diario penar es cuando llega el hartazgo y cuando a
alguien decide tomar un calcetín con monedas y darle un buen golpe al
asaltante. Paul Kersey se dio cuenta que también podemos dar golpes.
La motivación para
cambiar un lápiz por un revolver o un arado por una escopeta siempre está latente.
Sí, es la sociedad la que puede convertir a un hombre bueno en un delincuente,
es la que puede hacer de un buen hombre un asesino, pero el estado debería
procurar que esto nunca sucediera. Para un gobierno metido hasta las manitas en
el delito, es mas fácil perseguir a un justiciero y exhibirlo en televisión que
atrapar a miles de delincuentes, sacarlos de sus oficinas, de las comandancias,
del gobierno y ponerlos a disposición aunque sean sus familiares. Aunque no de
manera directa ¿A cuanta gente habrá matado Javier Duarte robándoles el
presupuesto para salud, para seguridad, para carreteras y educación? Es una
burla que Semeí Verdia “El justiciero de Ostula” haya caído preso por “robar”
un rollo de alambre que, para empezar, no existía.
Cuando el “Justiciero
de la Ciudad” comenzó a hacer justicia en Nueva York, vomitó, matar no es algo
a lo que un hombre este acostumbrado, si los 4 muertos de la Marquesa nos
causan vomito, es porque el pueblo no está acostumbrado a matar; sin embargo ya
era inevitable. Dentro de la historia que ya nos cuenta qué sigue en la
película, el gobierno se lanzará a perseguir a este justiciero, para no quedar
en ridículo, para que no surjan imitadores y más profundamente para evitar que
el señor Kersey siga matando, para que la gente no se dé cuenta que podemos
hacer caer a los delincuentes.
La película termina
con el justiciero huyendo, cómplice de un policía con buen juicio, de esos que
saben que no siempre lo correcto es lo legal. Sin embargo se ha anunciado que
el “Justiciero de la Marquesa” podría terminar pagando con 240 años de prisión por
acabar con lo que la podredumbre social en
México le puso en el pasillo del autobús; y es muy seguro que lo busquen
hasta debajo de las piedras para encontrarlo, porque no es lo mismo para un político
mexicano ser exhibido robando (Duarte), que perdiendo poder (el justiciero).
Vean la película,
en verdad vale la pena, seguro van a pasar un mal rato dentro de ella. Sobre
todo ahora que la discusión de portar armas está sobre la mesa.
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