viernes, 4 de noviembre de 2016

El Justiciero Reconocido

El pasado 31 de octubre fueron encontrados los cuerpos de 4 sujetos a la orilla de la carretera México – Toluca, cerca del kilometro 37. En los noticieros se apresuraron a dar la información de que posiblemente se trataba de ejecutados victimas del crimen organizado, que en el Estado de México  hasta hace poco, según las autoridades, no tenía presencia. No estaban, embolsados o encobijados, no presentaban huellas de tortura ni estuvieron acompañados por narco mensajes, ni siquiera fueron despojados de sus pertenencias.
El 15 de junio de este año (2016) apareció en los mismos noticieros el testimonio de una mujer que fue asaltada y violada en un autobús de la empresa ETN que se dirigía de la Ciudad de México a San Luis Potosí, el delito fue cometido sobre la carretera México – Querétaro el día 7 de Junio. A raíz de la exhibición de este caso salió a la luz un video de otro asalto y violación con el mismo modus operandi ocurrido en el mes de mayo, en aquella ocasión le tocó a una joven de 19 años. De este hecho dejó el link por si a su morbo le interesa https://www.youtube.com/watch?v=d-fVMd7ugPU. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad hasta el mes de septiembre se habían denunciado 800 asaltos al transporte público en territorio mexiquense.
En 1974 se estrenó la película “Death Wish”, protagonizada por Charles Bronson, en esta se narra la lamentable historia del arquitecto Paul Kersey, a quien un grupo de asaltantes le mata a la esposa y le viola a la hija, lo que le hace convertirse de un hombre bueno y ejemplar a un peligroso justiciero, pero también ejemplar. No digo “le matan y le violan” de forma machista como aludiendo que son de su propiedad, mas bien lo hago para dejar llanamente claro que el protagonista es también una víctima y en eso se centra la historia; no hay otra más actual para México.
Si bien la película se desarrolla en el Nueva York de mediados de los 70´s, hace poco mas de 40 años, hay un paralelo muy notorio con la situación que se vive en lugares rurales y urbanos del México de hoy día; tanto así que la cinta parece una mezcla entre profecía y receta de cocina de lo que empieza a suceder: Crímenes sin resolver, policías insuficientes y deficientes, burocracia, corrupción, políticas desconectadas del ciudadano, delincuentes impunes y medios de comunicación con mucho poder, son la lista de ingredientes para preparar ciudadanos hartos.
Los agravios que se comenten contra el ciudadano por parte de quien sea, delincuencia, policía, gobierno, mismos ciudadanos, ejército… etc. Es una obligación del estado resolverlos, es su obligación hacer justicia y resarcir el daño, para eso existen toda clase de instituciones pagadas por el propio ciudadano a través de sus impuestos. Cabe la posibilidad de fallas en la impartición de justicia, pero es un derecho exigir que sea impartida, si la institución falla, se debe acudir a otra a fin de que se corrija su funcionamiento y cada caso tenga solución. Hay un problema serio, cuando la falla institucional es generalizada y el estado queda impedido para atender los asuntos que le dan origen y sentido, es cuando el estado está fallido.
Al igual que a miles de mexicanos, al señor Kersey le mandaron su caso a la congeladora. Al estado parece olvidársele que las personas no son casos, si no la esposa, la hija o el patrimonio e incluso la vida entera como lo fue para el señor Kersey. Se le olvida que el dolor y el hartazgo no se pueden poner en lista de espera, y que los 5 minutos en la que la señorita burócrata platica en lugar de tomar declaración, pueden ser los 5 minutos más angustiantes para un padre de un niño robado; se le olvida que el medio día en que se rascan las pelotas y toman el café sin trabajar los judiciales, pueden ser vitales para un desaparecido, incluso que media hora en una sala de espera en un hospital pueden ser un parto en la banqueta o un desangramiento en un pasillo. Pero todo tiene un límite.
Esa decepción que produce la constante y pasiva (o nula) respuesta de las autoridades hacia el ciudadano, genera un sentimiento de indefensión en muchos, en casi todos, pero tampoco todos tienen la mecha tan larga  y una vez iniciado el fuego la pólvora con poquito estalla. Si no se te da respuesta pero ocupas justicia, la tomas, aunque sea por propia mano.
En Apatizingan sucedió algo  muy parecido, pero a otra escala. En febrero de 2013, hartos de la pasividad y hasta la complicidad que tenía la autoridad ante el crimen organizado, un grupo de comerciantes y agricultores decidieron tomar las armas y defenderse. Ya les habían violado a las hijas, ya les habían matado a la esposa ya les habían robado su patrimonio, ya les habían quitado su vida ¿Qué más les quedaba perder? Ahora sabemos que la libertad, que eso también te lo pueden quitar los delincuentes.
Aquel movimiento muy sonado, vapuleado y calumniado en los medios, es un ejemplo también del hartazgo, del deseo y la necesidad de justicia, pero también es un ejemplo de la torpeza, incapacidad y hasta estupidez del estado mexicano, pues el origen del problema fue justamente su incapacidad de dar respuesta y solución ante la delincuencia, y es que ¿Qué serpiente muerde su propia cola? Aun así este movimiento, no generó una empatía mayúscula en la población urbana, en parte por qué sucedía en una ranchería equis de un lugar equis, y en mayor parte por lo tendenciosa y contraria que era la información que se daba sobre las autodefensas. José Manuel Mireles, el Justiciero de Apatzingan sigue en la cárcel.
Cuando el delito, el hecho horrible, no sucede en un lugar lejano sino toca a tu puerta y es tu día a día cambia la perspectiva. Cuando eres la víctima, cuando eres quien se para durante horas a denunciar un hecho sin que sin ningún respeto te devuelvan a tu casa o hasta te encierren por algo que no cometiste, entonces, solo en ese entonces, después del diario penar es cuando llega el hartazgo y cuando a alguien decide tomar un calcetín con monedas y darle un buen golpe al asaltante. Paul Kersey se dio cuenta que también podemos dar golpes.
La motivación para cambiar un lápiz por un revolver o un arado por una escopeta siempre está latente. Sí, es la sociedad la que puede convertir a un hombre bueno en un delincuente, es la que puede hacer de un buen hombre un asesino, pero el estado debería procurar que esto nunca sucediera. Para un gobierno metido hasta las manitas en el delito, es mas fácil perseguir a un justiciero y exhibirlo en televisión que atrapar a miles de delincuentes, sacarlos de sus oficinas, de las comandancias, del gobierno y ponerlos a disposición aunque sean sus familiares. Aunque no de manera directa ¿A cuanta gente habrá matado Javier Duarte robándoles el presupuesto para salud, para seguridad, para carreteras y educación? Es una burla que Semeí Verdia “El justiciero de Ostula” haya caído preso por “robar” un rollo de alambre que, para empezar, no existía.
Cuando el “Justiciero de la Ciudad” comenzó a hacer justicia en Nueva York, vomitó, matar no es algo a lo que un hombre este acostumbrado, si los 4 muertos de la Marquesa nos causan vomito, es porque el pueblo no está acostumbrado a matar; sin embargo ya era inevitable. Dentro de la historia que ya nos cuenta qué sigue en la película, el gobierno se lanzará a perseguir a este justiciero, para no quedar en ridículo, para que no surjan imitadores y más profundamente para evitar que el señor Kersey siga matando, para que la gente no se dé cuenta que podemos hacer caer a los delincuentes.
La película termina con el justiciero huyendo, cómplice de un policía con buen juicio, de esos que saben que no siempre lo correcto es lo legal. Sin embargo se ha anunciado que el “Justiciero de la Marquesa” podría terminar pagando con 240 años de prisión por acabar con lo que la podredumbre social en  México le puso en el pasillo del autobús; y es muy seguro que lo busquen hasta debajo de las piedras para encontrarlo, porque no es lo mismo para un político mexicano ser exhibido robando (Duarte), que perdiendo poder (el justiciero).

Vean la película, en verdad vale la pena, seguro van a pasar un mal rato dentro de ella. Sobre todo ahora que la discusión de portar armas está sobre la mesa.

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